miércoles, 12 de noviembre de 2008

¿Es tiempo de la economía real?


El sistema de créditos en los Estados Unidos equivale al 120% de su Producto Bruto Interno. Y si tenemos en cuenta que el PBI estadounidense es el más grande del planeta, con un cuarto del producto global, no es difícil predecir que una tormenta financiera, bancaria y no bancaria en la primera economía del mundo impacte sobre los flujos de las economías real y financiera de los demás países.
Pero el paradigma económico estadounidense responde a una concepción histórica sobre el funcionamiento del mercado y la forma de asignar recursos. Su modelo rentístico-financiero es fruto de una economía neoliberal, sesgada por la teoría del derrame y la creencia en que la concentración de riquezas en los sectores financieros más poderosos se volcará mágicamente a los sectores populares.
Todo mercado de capitales se lanza al juego de la especulación, donde a mayor riesgo, mayor recompensa. Este sistema paga por correr riesgos. El problema se da cuando los verdaderos generadores de riqueza de un país, sus trabajadores, sufren las consecuencias de ese alto riesgo especulativo.
El impacto de esta crisis financiera global es perceptible porque la desconfianza en los mercados congeló el crédito interbancario y redujo el nivel de liquidez de los bancos, que se ven en apuros a la hora de otorgar préstamos. Por ende, se contrae la capacidad de la población de acceder al crédito y disminuyen los niveles de consumo e inversión productiva. La actividad económica se desacelera y la pobreza o prosperidad de un país pasan a depender de los movimientos virtuales que los grandes especuladores de bolsa realicen en las plazas financieras de todo el mundo.
Por eso, es muy difícil predecir lo que los grupos financieros harán con sus capitales, que recorren el mundo prácticamente sin controles. Lo que sería ingenuo, es pensar que estas fuerzas especulativas del mercado orientarán el crédito hacia la expansión de áreas de infraestructura, a la construcción de gasoductos, centrales energéticas, rutas, aeropuertos, mucho menos a la inversión en innovación tecnológica o desarrollo de conocimientos. Porque esos no son los objetivos de la economía virtual, porque el mercado financiero no piensa más allá de mañana.
De la crisis financiera a la recesión económica hay sólo unos meses. De manera, que es indispensable que el Estado regule los desequilibrios que crea este sistema capitalista ultraliberal, concentrado y desigual en su esencia.
Pero la intervención del Estado en la economía debe ir acompañada de una eficiente intervención en lo social que apunte a la verdadera distribución del ingreso y se aboque a los fines para los que fue creado: educación, salud, seguridad social, transporte y subsidios al consumo de sectores populares. Debe generar un contexto de previsibilidad y confianza que aliente la inversión y la generación de empleos.
No se trata de demonizar al sector financiero. Al contrario, éste debe ser un actor central en el desarrollo y el crecimiento de un país. Pero para esto, debe ser más rentable producir que especular. La banca debería motorizar la reactivación de los flujos de una economía real, basada en el trabajo y la producción.

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